Tormentas de arena cubrieron la semana pasada ciudades enteras de China con una nube de polvo y grava, impulsadas por vientos que transportan la polución fuera del territorio continental hasta lugares vecinos como Hong Kong o Taiwán.
La tormenta de arena en Taiwán, una isla a unos 160 kilómetros (100 millas) del territorio continental chino, forzó a la gente a cubrirse la cara para no respirar el polvo que puede provocar molestias en el pecho y problemas respiratorios, incluso a gente sana. Los conductores se quejaban de que sus vehículos quedaron cubiertos con una capa de hollín negro en tan sólo 10 minutos.
Las tormentas demuestran los efectos de la desertificación: un exceso de pastoreo, deforestación, crecimiento urbano y sequía han expandido los desiertos en el norte y oeste del país.
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